El salmo 133:1 nos dice: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”, por otro lado el salmo 91:1 nos habla de “El que habita al abrigo del Altísimo”.
A través de estos salmos de David la escritura nos muestra dos puntos importantes en la vida cristiana, es decir: la importancia de habitar uno personalmente bajo la cobertura de Dios, mi relación personal con El, nutrirme de El, que es lo primero que necesito.
Segundo
la importancia de habitar juntos con mis hermanos, es decir, necesito de esta relación con los hermanos en la fe, con la iglesia, somos todos “parte de un cuerpo” y debemos permanecer unidos, y dar alabanza a nuestro Padre.
Cuando hablamos de habitar, nos referimos a hacer morada, a vivir en un lugar, a nuestro lugar de permanencia, a morar en un sitio.
Precisamente hay un lugar donde habitamos juntos los hermanos, y es en el Templo que es la “Casa de Dios” la “Casa del Padre”.
Jesús mismo nos dijo: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos”.
El mismo autor de los Hebreos nos habla de la importancia de “no dejar de congregarnos”. Heb. 10:19-25
Muchos cristianos viven como si fueran hijos únicos, que no tienen hermanos y no necesitan habitar junto a ellos, dicen cosas como: “yo estoy con el Señor y no necesito ir a la iglesia”, “el Señor es mi Padre, El es mi Pastor, yo estoy con El y El conmigo…”
Pero justamente es Él quien me manda congregarme, habitar en su casa, relacionarme con mis hermanos.
El congregarnos nos da identidad y pertenencia en la familia de Dios, no solo debemos tener la identidad de Cristo sino también de la iglesia, la familia que El instituyó.
Hay quienes dejan de asistir y habitar en la Casa del Padre porque han tenido problemas con sus hermanos, diferencias, divisiones, heridas, pero todas esas cosas las provoca astutamente el enemigo para que dejemos de asistir a la casa del Padre.
Esto resulta ser como el caso de aquellas personas que por diferencias con su hermano/a, dejan de frecuentar a su papá, ya no van más a su casa, porque allí está su hermano/a, entonces comienzan a tener con su progenitor una relación más distanciada, por teléfono, mail, etc., o buscan encontrarse en otro lugar, pero definitivamente dejan de frecuentar su casa.
En la parábola del hijo pródigo (Lc. 15:11-32) observamos las actitudes de dos hijos. Por un lado la del hijo pródigo que un día pide su herencia y se va de la casa. Allí fuera de la casa, termina malgastando su herencia hasta que decide volver.
De la misma forma cuando nos alejamos de la casa del Padre terminamos malgastando lo que El nos dio, y no estamos plenos ni completos.
Pero por otro lado hay quiénes como el hijo mayor, habitan en la casa del Padre pero ignoran y no conocen cuál es su herencia, ni disfrutan de ella. Lc.15:29-31
Tengamos el corazón de David por la Casa del Padre, él mismo se alegraba cuando iba a la casa de Dios (Sal.122:1), amaba habitar en la casa de Dios (Sal.26:8), pedía y buscaba estar allí todos los días (Sal.27:4).
Era tanto su amor que su mayor deseo fue construirle un Templo al Señor.
Valoremos y gustemos lo que significa Habitar en la casa del Padre.
SALMO 122
Oración por la paz de Jerusalén
Cántico gradual; de David.
1 Yo me alegré con los que me decían:
A la casa de Jehová iremos.
2 Nuestros pies estuvieron
Dentro de tus puertas, oh Jerusalén.
3 Jerusalén, que se ha edificado
Como una ciudad que está bien unida entre sí.
4 Y allá subieron las tribus, las tribus de JAH,
Conforme al testimonio dado a Israel,
Para alabar el nombre de Jehová.
5 Porque allá están las sillas del juicio,
Los tronos de la casa de David.
6 Pedid por la paz de Jerusalén;
Sean prosperados los que te aman.
7 Sea la paz dentro de tus muros,
Y el descanso dentro de tus palacios.
8 Por amor de mis hermanos y mis compañeros
Diré yo: La paz sea contigo.
9 Por amor a la casa de Jehová nuestro Dios
Buscaré tu bien.
Salmos 26:8
Proverbios 19:13
El oikos (griego:οίκος, plural: οίκοι) es el equivalente de los griegos antiguos de «casa», es un conjunto de bienes y personas.
El oikos fue la unidad básica de la sociedad en la mayoría de las ciudades-estado, e incluía a la cabeza del oikos (generalmente el varón de mayor edad), su familia extendida (esposa y niños), y esclavos que vivían juntos en un marco doméstico. Los grandes oikoi también tenían granjas que fueron cuidadas generalmente por los esclavos, las cuales eran también la unidad agrícola básica de la economía antigua. Consistía, pues, en un unidad económica y social autárquica. El oikos «era el centro a cuyo alrededor estaba organizada la vida», a partir del cual no sólo se satisfacían las necesidadees materiales, incluyendo la seguridad, sino también las normas y los valores éticos, los deberes, obligaciones y responsabilidades, las relaciones sociales y las relaciones con los dioses.
El oikos no era solo la familia, era todo el personal de la casa y sus bienes. El arte de dirigir un oikos significaba manejar una granja, no el gobierno para mantener la paz en la familia.
Estas definiciones se aplican al conjunto de la historia de Grecia desde el siglo VIII al IV a. C.
Aristóteles describe el oikos como una «comunidad constituida naturalmente para la satisfacción de las necesidades cotidianas»,1 cuyos miembros se definen como aquellos que han sido criados con un mismo alimento.2
Hay tres maneras de presentarse delante del señor
Como peticionario, como mendigo y como hijo